lunes, 2 de octubre de 2017

Lo publicado en Excélsior hace 32 sobre la muerte de Margarita Mendoza López.

   Sale de sobra hacer relato de lo sucedido en la Ciudad de México hace unos días. La casualidad, el destino, a ironía o lo que haya sido, hace repetir en la misma fecha, 19 de Septiembre, con 32 años de diferencia, un fuerte terremoto. El de 1985 a las 7:15 de la mañana, el segundo, de 2017, a las 13:15, ambos dejaron muchos daños, en de hace 32 años hubo más de 10 mil muertos, entre ellos una persona de Guadalajara, ligada de algún modo con Salamanca, ya que era la esposa, viuda ya, de José Rojas Garcidueñas: Margarita Mendoza López. Así, recordando el evento y en su memoria, transcribo lo publicado en el Excélsior, días después de lo acontecido.

   “Tercera llamada, tercera llamada, tercera llamada, y Margarita Mendoza López no contesta. Se teme que haya bajado el telón de su vida y haya dejado inconclusa su importante obra que sobre Teatro mexicano realizaba. Margarita Mendoza López, la extraordinaria mujer, infatigable trabajadora, escrupulosamente apegada al deber y sumamente organizada, no responde a los llamados de sus amigos, por lo que se teme que haya fallecido durante el derrumbe del hotel Regis, en donde vivía desde hace dos años después que perdió a su esposo.

  Ella, ordenada en todos los aspectos de su vida, tenía todo dispuesto para cuando llegara la hora de enfrentarse al Creador. Hace poco le dijo a la licenciada Guillermina Llach: “no le tengo miedo a la muerte, estoy preparada. Todo ser que nace, muere… es lo más seguro que tiene uno en la vida y hay que ver este trance con tranquilidad, serenamente”.

  Margarita nunca uso su nombre de casada era esposa del distinguido literato y diplomático, José Rojas Garcidueñas quien fue miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua –con nombramiento de Secretario Perpetuo-, del seminario de cultura Mexicana y otras instituciones de Cultura. Decía Margarita que no era viuda –porque mi esposo vive dentro de mí”. En el registro del hotel Regis decía: “Margarita Mendoza López. Ahí vivió sus últimos dos años en el cuarto número 440. Después de que falleció don José, ella quitó su casa (en las calles de Bolívar) y se redujo a una habitación en donde solo cabían sus libros, sus recuerdos personales. Escribía, leía y se reunía con sus amistades más íntimas. Gracias, Margarita, por haberme contado entre ellas.

  Alta, erguida, de elegancia natural en sus movimientos, una de sus muchas cualidades era la de ser agradecida. “Una persona agradecida, es una persona bien nacida”, nos decía con frecuencia. Y hablaba con cariño de aquellas personas de las que recibió algo.

  Nació en Guadalajara, hija del maestro Luis Mendoza López, quien fue director de la Orquesta de Esperanza Iris. Su madre, Berta, tuvo por muchísimos años, el alquiler de un vestuario teatral, que presentó utilidades. Margarita estuvo profundamente ligada con la vida teatral de México, pues su padre, como hemos dicho, fue director de su Orquesta, gracias a la amistad de su papá con la actriz tabasqueña. Margarita, en su boda lució las joyas de doña Esperanza Irisa, a quien admiró y quiso entrañablemente. Siempre la recordaba y cuando podía hablaba o escribía de ella. Tenía un acopio importante de datos desconocidos, o poco conocidos, de la que fue emperatriz de la Ópera

   En su último libro que acaba de salir, “El Teatro de Ayer en mis Recuerdos” editado por Editorial Porrúa, S.A. dedica un capítulo a doña Esperanza: Dice en uno de sus párrafos: A poco de llegar a México trabamos amistad con Esperanza y con Paco, acababan de casarse. Él era un muchacho de Delicias, Chihuahua de familia muy honorable. Sus padres querían que se hiciera cargo de las tierras y de los negocios que tenían, pero Paco tenía una bonita voz de barítono y lo que quería era cantar, se vino a México y acabó por casarse con Esperanza. La diferencia de edades era grande y la maledicencia se ensañó contra él…”

  Continúa el relato: “cuando se casaron, Esperanza estaba arruinada, el teatro Iris hipotecado y todas sus alhajas en el Monte de Piedad. Algunas amigas entre ellas Conchita Cabrera, que era enfermera, y Sarita Gutiérrez empleada, se encargaban de comprarle hasta medias. Paco no se casó con Esperanza por su dinero, al contrario, fue él quien se preocupó por sacarla de la ruina”.

  Margarita vino a verme a Excélsior, el 13 de septiembre. Desgraciadamente no me encontró. Me dejó su libro “El teatro de ayer en mis recuerdos”, dedicado a la memoria de José Rojas Garcidueñas (su esposo) y el que dice en la primera página. Luis y Bertha Mendoza López dos vida consagradas al espectáculo. Relato personal entreverado con las conversaciones que con mis padres tuve a lo largo de sus vidas”.

   Qué ironía del destino! En esta pena que embarga a nuestro país la familia de Plácido pereció a consecuencia del sismo y Margarita… pensamos que también, porque de ella no se ha sabido nada de ella y quizá su cadáver fue enviado a la fosa común.

  Todos sus amigos sentimos profundamente su desaparición y nos conforta que estaba preparada para el viaje final. Colaboró en el Centro México de Escritores, institución que en 1959 le encomendó la organización y publicación de la obra titulada “Catálogo de publicaciones periódicas mexicanas”. En esta institución trabajó muchos años, pero sus inquietudes teatrales la llevaron a ser la directora de la Escuela de Teatro del INBA. Útilmente fundó el centro de Información Teatral “Rodolfo Usigli”, del INBA. Y hasta hace unos días trabajaba en la publicación del Catálogo de Obras teatrales mexicanas para el IMSS.


Fuente:

Appendini, Guadalupe. Excélsior Secc. B. Jueves 3 de octubre de 1985 pp. 1—5

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