lunes, 5 de septiembre de 2011

" Y que se nombre e intitule para siempre jamás..."

La primera vez que leí la licencia y merced para la fundación de la villa de Salamanca hubo una frase que se me grabó instantaneamente, me pareció el más florido y elegante de los lenguajes, un español en vías de lo barroco, por lo tanto rebuscado, aterciopelado, dorado y... complicado. Poético y emblemático. Todo eso pensé cuando leí y releí la frase: "... por la presente en su Real nombre, doy y consedo lisensia y facultad para que en la dicha parte de Baltierra junto a la dicha estancia de Baraona y el dicho rio grande se pueble de españoles conforme a la traza que se diere una villa, que se llame nombre e yntitule Villa de Salamanca por aora y para siempre jamas..."

Imaginaba que el propio Rey, sentado en su trono, así como vemos a Carlos III en esta pintura que se exhibe en el Castillo de Chapultepec, dictaba el acta y el estampaba su firma, esa impositiva forma de plasmar su real presencia en su más pura y perfecta primera forma del singular: "Yo, el Rey". Cabrá mencionar que quién reinaba en España y los territorios de ultramar cuando se dio la licencia y merced para fundar la villa de Salamanca era Felipe III, Rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán. Era el 16 de agosto de 1602.

Luego aprendí, buscando por aquí y por allá, leyendo esto y aquello y, sobre todo, con las ventajas que tenemos actualmente en los buscadores de Internet, que esta no era ni una fórmula mágica, ni mucho menos romántica, sino simplemente era el lenguaje oficial que en la época, siglo XVII se utlizaba regularmente y que tenía su orígen en el latín, en el más clásico de los latines:

"... SIT PERPETUO, SICQUE VOCETUR, INTITULETUR, NOMINETUR SCRIBATUR ETDICATUR. ATQUE UNA CUM OMNIBUS ET SIGULIS ILLUS CIVIBUS..."

Vemos ya, en una versión traducida al español actual, al entendible, eso que acabamos de leer en latín. Se dio en Córdoba, el 26 de julio de 1490 el rey de España dictaba lo siguiente: "Por cuanto decretamos, concedemos, deseamos y establecemos por este Edicto Real, que la que hasta ahora fue la villa de Alicante en adelante deje de ser villa al convertirse en Ciudad para siempre y así se la llame, denomine e intitule, y así se la mencione, diga y nombre de palabra y por escrito." Palabras más, palabras menos, será lo mismo que se diga para la villa de Salamanca 113 años después.

Nos damos cuenta que esta "fórmula romántica", insisto en el concepto, no solo se usaba en el nombramiento de villas, pueblos y ciudades, sino también en los títulos nobiliarios. El 20 de julio de 1529, el rey de España, Carlos V, que no era V sino I (I de España y V de Alemania) otorga a Hernán Cortés el título de Marqués del Valle de Oaxaca (marquesado que abarcaba desde Coyoacán hasta Huatulco) y, entre otras cosas, dicta: "... por la presente vos hacemos merced, gracia e donación pura, perfecta yno revocable que es dicha entre vivos para agora e para siempre jamas de las villas y pueblos de Coyoacan, Atlacubaya, Matlazingo, Toluca, Calimaya, Guanavaca, Guastepeque, Acapixtla, Yautepeque, Tepoztlán, Oaxaca..."

Por su parte don Felipe II que además de ser rey de España lo era de Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, lo era también de Inglaterra e Irlanda y de los Países Bajos, era también duque de Milán y conde de Borgoña, es decir, era poderoso en serio. El dictó en Monzón el 18 de octubre de 1585 esto: "... Por la presente quiero y es mi voluntad, que agora y aquí adelante para siempre jamás, aquella población sea y se intitule La Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas..."

Vemos al virrey don Martín Enríquez de Almanza, pero es su sucesor, don García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra; ese que se enemistara con el ahora Beato Juan de Palafox y Mendoza porque le estaba dando apoyo a los Jesuitas, quién, casualidades de la vida, otorga el título de ciudad a una que lleva, precisamente su nombre: "... Por el presente en nombre de su majestad, y como su Virrey Lugarteniente, concedo licencia y facultad para que en dicho puesto y congregación el antiguo pueblo de Chochones se funde y pueble una Ciudad de Españoles, conforme a la traza que se diere en toda policía que se intitule y se llame la Ciudad de San Andrés de Salvatierra ahora y para siempre jamás..."

El que vemos en la fotografía, como podrás notar en su gesto, fue una de las tantas "joyitas" que enviaron a gobernar la Nueva España y que, en buena medida, son los portadores a estas tierras de esa semilla que fructifica abundantemente en la actualidad y que se llama corrupción, pero esa es una historia que trataremos por separado. Este individuo es Juan Francisco Jacinto de la Cerda de La Lama y de la Cueva Leyva Arteaga y Gamboa, conocido como Juan Francisco de Leiva, conde de Baños. Y que mejor personaje para ver un caso que se antoja difícil de entender pero que sucedió el 16 de marzo de 1660, cuando los españoles avecindados en Tehuacán, Puebla, pagaron, sí lo estás leyendo bien, pagaron mil pesos (una fortuna en la época) para cambiarle el nombre a la población: "...En nombre de su Majestad y en dichas reales cédulas y del capítulo noveno de la real instrucción que se inserte con pie y cabeza de ella y mandamiento de excelencia cuya ejecución y cumplimiento le está cometida por el excelentísimo Señor Duque de Albunquerque, Virrey Gobernador y Capitán General de las Provincias y Reinos de este dicho pueblo de Nuestra Señora de la Concepción de Tehuacán del título y nombre de Ciudad de Indios para que de aquí en adelante y para siempre jamás se pueda intitular e intitule la Ciudad de Nuestra Señora de la Concepción y Cueva, según y en la forma y manera que con los mismos privilegios que puede, concede de los que tiene y goza la ciudad de Tlaxcala..."

Seguimos en el siglo XVII, es ahora Felipe IV quien gobierna en España, lo hace también en los mismos sitios que Felipe II, pero ya sin Inglaterra e Irlanda; es él quien da la siguiente ordenanza el 7 de diciembre de 1668: "... Yo, el Rey, ordeno que de hoy en adelante y para siempre jamás se intitule y nombre intitulada y nombrada por escrito y de palabra, la Muy Noble y Leal Ciudad de Celaya de la Purísima Concepción..."

Yo no peco de regionalista, sin embargo hay cosas que las considero únicas. Luego de ver todo esto que hemos visto, luego de enteraron que eso de que se nombre e intitule era una fórmula establecida y que el concepto del para siempre jamás, venia a reforzar una sola idea, sigo pensando que hay un cierto romanticismo, barroquismo o como lo gustes nombrar en las licencias y mercedes reales y que tanto como únicas, no lo son... en cuanto a texto.

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