jueves, 3 de marzo de 2011

El arquitecto empírico Refugio Reyes Rivas, nació en Zacatecas; vivió en Aguascalientes.

En el terreno de la arquitectura religiosa el templo de San Antonio fue el equivalente casi exacto del teatro Morelos. Pacificado el país, instalados en él los capitales extranjeros, trazadas las principales líneas del ferrocarril y activado el conjunto de la economía, floreció de nuevo la vieja manía colonial de construir templos y monasterios. Por supuesto que los tiempos habían cambiado y que la ola liberal no había pasado del todo en balde. Ahora los recursos se orientaban sobre todo a la construcción de bancos, grandes locales comerciales, teatros y algunos otros monumentos de carácter laico, pero la iglesia mantenía un claro dominio sobre las conciencias y seguía siendo capaz de convocar a los particulares y de obtener de ellos recursos de bastante consideración.

Museo de Aguascalientes, antigua escuela de niñas, a un costado del Templo de San Antonio.

La más notable de las iglesias edificadas durante el Porfiriato en Aguascalientes fue la de San Antonio, situada en el remate de la antigua calle del Olivo, en la frontera entre la urbe trazada desde el siglo XVII y la nueva ciudad, la que inmoló huertas y acequias en el venerado altar de la industrialización. El proyecto le fue encomendado originalmente por los padres franciscanos al arquitecto José Noriega, pero ante su falta de interés se pensó en un joven y audaz arquitecto autodidacta: el zacatecano Refugio Reyes Rivas.

Cúpula del templo de San Antonio.

Las obras dieron comienzo el 12 de octubre de 1895, pero un año después fueron suspendidas por falta de dinero. Entonces hizo su aparición Antonio Morfín Vargas, un próspero hacendado e industrial que en la mejor tradición colonial aceptó figurar como padrino del proyecto. Morfín era michoacano, pero había amasado su fortuna en Aguascalientes, como dueño de diversas fábricas de tabacos labrados y, más recientemente, administrando la hacienda de La Cantera, una de las más ricas y mejor situadas del estado. El hecho mismo de que careciera de un lustroso apellido lo convertía en el mecenas ideal, pues esa obra sería una prueba evidente de su generosidad, de su espíritu piadoso y de su agradecimiento con la ciudad que lo acogió y lo hizo rico.

Antiguo Hotel Francia, actual almacén Sanborns

Desde el punto de vista técnico la obra ofreció dificultades que en su momento parecieron insuperables. La audacia con la que fue concebida su enorme cúpula, que según los críticos recuerda la de la catedral de San Pablo, en Londres, hizo pensar a muchos que se vendría abajo en cuanto retiraran la cimbra. Consultado al respecto, el ingeniero Camilo Pani dijo que era imposible que la obra resistiera el peso de una cúpula así. Se dice incluso que Pani, con ese airecillo de suficiencia tan propio de los académicos, llegó a saludar a Reyes con un burlesco: "¿Qué pasa, arquitecto sin título?", a lo que Reyes respondió sin inmutarse: "Nada, título sin arquitecto".

Cúpula en la Catedral de Aguascalientes.

En fin, el hecho es que la cimbra fue retirada y la cúpula no sufrió el menor rasguño. La obra se aderezó con algunas pinturas monumentales, con imágenes y ornamentos traídos de Europa, con unas campanas que fueron hechas en los Estados Unidos y con un órgano tubular de la casa alemana Wagner. Según las minuciosas y exactas cuentas llevadas por los franciscanos, el templo tuvo un costo total cercano a los 200 000 pesos, que casi en su totalidad fueron proporcionados por don Antonio Morfín. Aparte de las muchas plegarias enviadas al cielo en su favor, los padres tuvieron que pagar imponiéndole al templo no el nombre de su santo patrono, sino el de quien lo había honrado con su dinero.

Majestuoso templo de San Antonio.

La bendición del templo, que se realizó el 8 de diciembre de 1908, dio lugar a una de esas curiosas funciones en las que la élite política se quitaba la etiqueta liberal y se ponía las ropas de ocasión del catolicismo popular. El gobernador Vázquez del Mercado, los ex gobernadores Sagredo y Arellano, el presidente municipal y la mayoría de los diputados se apretaban en las primeras filas del recinto, haciendo como que no oían al fogoso predicador, que lanzaba excomuniones a Juárez y reclamaba lo suyo para la iglesia. La prensa toda, con excepción del semanario oficial, festejó ruidosamente el acontecimiento. Se ensalzó la notabilidad arquitectónica de la obra, su indefinible estilo, el trabajo de canteros y carpinteros, la audacia de Reyes y sobre todo la generosidad de don Antonio Morfín, gracias a la cual se había erigido "un monumento de cultura que embellece el terruño".

Casa señorial de la calle Carranza, actual Museo Regional de Historia.

Por sí solo, este notable monumento arquitectónico, audazmente concebido e imposible de etiquetar dentro de una corriente académica, hubiera asegurado la fama de Reyes y el reconocimiento de los aguascalentenses. Pero es necesario aclarar que la porción más valiosa de su obra se quedó en Aguascalientes, ciudad que lo acogió y con la que terminó identificado por completo.

La parte central del templo de San Antonio.

Entre las muchas obras que dirigió cabe destacar la capilla de la hacienda del Soyatal, la iglesia de La Purísima, las casonas en las que se establecieron las oficinas del Banco de Zacatecas y del Nacional de México, el proyecto de acuerdo con el cual se levantaron las torres del Santuario de Guadalupe, los hoteles Francia y París (actual sede del Congreso del Estado), una tienda llamada La Gardenia (que recientemente fue reconstruida y convertida en sede de la Biblioteca Central del Estado) y muchísimas casas de particulares, entre las que sobresalen la que hoy en día alberga al Archivo Histórico del Estado y la que sirve de sede al Museo Regional de Historia. Además dirigió la construcción de una escuela de niñas, edificio que en 1976 fue remodelado y convertido en la sede del Museo de Aguascalientes.

Calle central en Aguascalientes, justo frente al antiguo Hotel Francia

Refugio Reyes, un hombre que se formó a sí mismo, un artesano que tuvo más confianza en su genio y en su capacidad de trabajo que en las bendiciones que podría haber esperado de los académicos, es uno de los más notables artífices de la transformación que sufrió la ciudad de Aguascalientes durante la última década del siglo pasado y las tres primeras del actual. Su obra, de la que forman parte edificios públicos, iglesias y casas particulares, forma un conjunto nítidamente definido, sin duda una de las porciones más valiosas del patrimonio arquitectónico con el que por fortuna cuenta la ciudad de Aguascalientes.

Fuente:

Beatriz Rojas, Jesús Gómez Serrano, Andrés Reyes Rodríguez, Salvador Camacho y Carlos Reyes Sahagún. Breve Historia de Aguascalientes, Fondo de Cultura Económica. México, 1994

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