sábado, 17 de julio de 2010

Una visión sobre Salamanca escrita en 1881.

De los escritos que hemos ido encontrando tanto del siglo XIX, la mayoría, como de años precedentes, vemos siempre una constante: que todos hablan de un pueblo feo, abandonado, con poco atractivo y un gran distintivo, el templo de San Agustín.


Eso, verdad o mentira, tu que me lees y que vives en Salamanca, tendrás ya hecho un juicio crítico, pero, si no vives aquí y planeas visitarnos, cosa que será buena en este verano, te encontrarás con algo. Que efectivamente el pueblo es feo, pero esa fealdad, está compensada con el magno recinto que es el templo de San Agustín, lugar al que, si pretendes conocerlo en verdad, le debes dedicar al menos dos horas y tener una abundante documentación antes de entrar, para que tu visita sea inolvidable, de lo contrario verás un lugar abrumador, que tiene tanto, tantos detalles, que te inundarán y a los diez minutos te querrás salir. Mejor lee antes de conocerlo y te aseguro que estando allí, le faltarán minutos a tus horas.


Las fotografías que acompañan este artículo son relacionadas con las inundaciones que antes eran frecuentes y que este año del Bicentenario amenazan con volver a suceder. Inundaciones son varias, mas bien muchas, 1912, las fotos más antiguas, 1926 y 1957, lo puedes notar por la ropa. Todas son vistas de la esquina de la Parroquia Antigua, templo del que tenemos mucho que hablar dentro de poco y no son cosas buenas, lamentablemente.


La primera fotografía, de principios del siglo, es la del Ex convento de San Agustín. Lugar que fuera sede de la Penitenciaría que estos viajeros de 1881, deciden conocer; lugar visitado por Maximiliano años antes, 1864, cuando salió de la ciudad de México a conocer “su Imperio”, recordemos que estando aquí dio de su bolsa 50 pesos, suma considerable en la época, esto para construir sistemas de ventilación más adecuados en la penitenciaría.


Leamos: “A las tres de la mañana llegaron á Salamanca. Fatigados nuestros viajeros de la marcha nocturna, al día siguiente se levantaron muy tarde.


Después del almuerzo, fueron á recorrer la población.


Salamanca está situada á la margen derecha del río de Lerma, á los 20° 32' 8" de latitud N. y á 1° 52' de longitud O. del meridiano de México.


— ¡Qué aspecto tan triste tiene esta población! exclamó Carlos: las calles están desiertas, en ninguna parte se nota movimiento.


— Allí está la parroquia, papá, dijo Adelina.


— Nada tiene que pueda llamar la atención, hija mía; es un templo feo y pobre.


— ¿Cuántos templos hay además de la parroquia?


— Les que yo recuerdo son los siguientes: el magnifico templo de San Agustín, que veremos después, el santuario del Señor del Hospital, la Santa Escuela y varias capillas.


— ¿En qué época fue fundada esta villa? preguntó Carlos.


— En 1603, según asegura un antiguo cronista.


— ¿Y en qué número puede estimarse su población?


— En diez ó doce mil habitantes.


— Vamos á ver la penitenciaría, papá.


— El antiguo convento de Agustinos, está transformado hoy en penitenciaría. El gobierno del Estado tuvo un feliz pensamiento: en ningún objeto mas útil y mas benéfico pudo haberse empleado este extenso y grandioso edificio.


— ¿En qué época fue construido, papá?


— En los primeros días del año de 1771, quedó enteramente terminada la obra.


— Está situado el convento en una elevación, Si en la ribera del río, dijo Carlos, escribiendo.


— Mas bien que un convento parece una fortaleza.


El templo es magnífico, sobre todo en la parte interior: en toda su extensión los muros están cubiertos de altares de gusto churrigueresco, tallados primorosamente y dorados. Antiguamente había aquí una selecta colección de cuadros de los más renombrados artistas.


La penitenciaría es muy extensa y tiene celdas y salones para los presos y grandes localidades para una multitud de talleres. La buena ventilación, la buena luz, el aseo y el orden, dan al edificio un aspecto agradable. Al ver semblantes alegres en vez de fisonomías patibularias, al oír el rumor del trabajo, el viajero se olvida de que visita una prisión. Hay allí una escuela para los presos, baños y un pequeño teatro. (1)


Después de haber recorrido la penitenciaría, Don Juan, Doña Luisa y los niños, regresaron á su alojamiento.


— Nada hay ya que ver en Salamanca, dijo D. Juan.


— ¿No existe aquí una fábrica de loza? preguntó Doña Luisa.


— Hace ya muchos años que fue trasladada á México, dijo Don Juan.


En la noche nuestros viajeros fueron á dar una vuelta á la plaza. Un hombre sospechoso los seguía. Al día siguiente, á las cuatro de la mañana, salieron para Guanajuato”.


Fuente:


UN VIAJERO DE DIEZ AÑOS. Relación curiosa e instructiva de una excursión infantil por diversos puntos de la República Mexicana. Escrita por José Rosas. Corregida por el autor y aumentada Considerablemente. Imprenta de Aguilar e Hijos, México, 1881.


La propiedad de esta segunda edición pertenece á JUAN BUZO & COMPAÑÍA, a quienes el autor ha cedido todos sus derechos.


NOTA: (1) Hace algunos años el autor de esta pequeña historia, logró reunir un número considerable de libros, que bondadosamente le cedieron las personas mas distinguidas del Estado y hoy la penitenciaría tiene una pequeña biblioteca.



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